Porfirio Díaz: El ascenso y caída de un líder mexicano

Porfirio Díaz, nacido en 1830 en Oaxaca, perdió a su padre a la edad de tres años. Se hizo cargo de la responsabilidad de mantener a su familia mostrando sus habilidades manuales en la creación de diversos objetos. A pesar de comenzar estudios de derecho, su verdadera aspiración era convertirse en soldado, lo que lo llevó a alinearse con los liberales y establecer conexiones con figuras como Benito Juárez y Marcos Pérez.

En 1855, Porfirio Díaz se opuso públicamente a Santa Ana y se convirtió en el líder político de Ixtlán. Organizó eficientemente el gobierno local, la hacienda y la milicia. Su tiempo como gobernador de Tehuantepec fue crucial para su crecimiento político y conexión con sus raíces indígenas.

La relación de Porfirio Díaz con Juana Caterina Romero, una elegante mujer zapoteca, fue un aspecto significativo de su vida. Juana, venerada por la gente indígena, era un símbolo de autoridad y progreso en la región. Su vínculo era profundo, con leyendas que sugieren que Díaz influenció la ruta del ferrocarril para que pasara cerca de un castillo construido para Juana.

Porfirio Díaz demostró un liderazgo militar excepcional al organizar el Batallón Independencia, un feroz ejército de guerreros juchitecos. Participó en combates, sufrió heridas, estableció una fábrica de pólvora, emprendió proyectos civiles y mostró un lado despiadado al ejecutar prisioneros. Díaz destacó en la guerra de guerrillas, emboscadas y en comprender la naturaleza humana para manipular y liderar de manera efectiva.

A la edad de 30 años, Porfirio Díaz se aventuró fuera de Oaxaca y regresó triunfalmente como diputado liberal. Su papel clave en la Batalla del 5 de Mayo contra los franceses mostró su agudeza estratégica. Los éxitos militares de Díaz continuaron con victorias en batallas como Miahuatlán y La Carbonera, donde superó a enemigos más grandes y mejor equipados a través de brillantez táctica y ingenio.

En 1867, Porfirio Díaz logró un hito significativo en su carrera militar al capturar Puebla. Esta victoria marcó un punto de inflexión ya que el Presidente Juárez inició un período de plena democracia conocido como la República Restaurada. La contribución financiera de Díaz a Juárez simbolizó su compromiso con la nueva era de gobierno democrático.

Porfirio Díaz renuncia a su posición de liderazgo militar con 35,000 hombres en su ejército. Él cree firmemente que él, no Juárez, fue el verdadero arquitecto de la victoria.

Los liberales creían que la salvación de México radicaba en la estricta adherencia a la Constitución de 1857 y la práctica de la democracia.

A los 37 años, con 37 campañas a sus espaldas, Porfirio Díaz se retira del liderazgo militar y recibe la Hacienda de la Noria como regalo del gobierno de Oaxaca. Se dedica a actividades pacíficas como la construcción de presas y la siembra de caña de azúcar, así como a establecer una fundación para la fabricación de armas.

Porfirio Díaz, insatisfecho con las maniobras políticas de la facción juarista, lanza una rebelión conocida como la Noria. Alega fraude electoral y declara su intención de impedir que cualquier ciudadano perpetúe el poder, apuntando a que esta sea la revolución final.

Después de varios intentos, la rebelión de Porfirio Díaz tiene éxito con la batalla de Tecoac. Él asume la presidencia el 26 de noviembre de 1876, enfatizando la creencia de que la legalidad es como la repostería mientras que el poder es cuestión de armas.

La transición de Porfirio Díaz del mundo indígena a la modernidad fue menos drástica que la de Juárez. Su formación militar ocurrió en la región del Istmo, donde desarrolló una profunda relación con Juana Cata. Su transformación física de chinaco a dictador decorado simbolizaba su autoridad y visión de un México progresista.

Porfirio Díaz creía que el progreso material requería centrarse en la infraestructura en lugar de en las leyes. Se veía a sí mismo como la figura paterna severa de una nación de 'niños' ambiciosos pero dependientes, con el objetivo de inculcar la democracia a través de la obediencia a una autoridad firme pero justa.

El proceso mencionado en la transcripción duraría 12 años.

Porfirio logró la pacificación en el país a través de la represión, admitiendo ser duro e incluso cruel en ocasiones.

Porfirio Díaz envió un telegrama al Gobernador Luis Mier y Terán instruyéndole a 'matarlos en caliente' repetidamente.

Algunos de los episodios más crueles del Porfiriato ocurrieron durante la Guerra Yaqui, que involucró el asesinato del Jefe Cajeme, la colonización del valle y brutales deportaciones masivas.

Porfirio afirmó no tener vínculos personales en la política, como se vio en su trato hacia amigos que lo apoyaron en la revuelta de Tuxtepec.

Porfirio Díaz utilizó estrategias de sufragio efectivo y reelección para mantener el poder, incluyendo cambios constitucionales que permitían la reelección indefinida.

Porfirio corrompió el poder legislativo, nombrando candidatos en lugar de realizar elecciones, lo que llevó a una cámara dominada por sus aliados.

Porfirio también influyó en el Poder Judicial, promoviendo el nepotismo, sesiones secretas, incompetencia y servilismo dentro del sistema legal.

Porfirio dividió la República en zonas militares y creó numerosos puestos de mando militar para mantener el control sobre el Ejército, utilizando una combinación de incentivos y amenazas para manejar a los generales.

A diferencia de sus predecesores, Díaz buscó la conciliación con el clero, recuperando su apoyo e influencia, notablemente a través de alianzas con sacerdotes de alto rango como Eulogio Guilou.

En el Quinto Concilio Provincial Mexicano, se decretó que los fieles deben obedecer a las autoridades civiles.

Los objetivos declarados de la era eran el progreso material, la paz y el orden, siendo estos dos últimos responsabilidad exclusiva del líder y sus riendas.

La promoción del progreso material fue compartida por el presidente con su Ministro de Hacienda, José Yves Limantour, quien logró hazañas significativas al asumir el cargo en febrero de 1893.

Limantour logró reducir salarios, eliminar privilegios, abolir ciertos impuestos, reorganizar el sistema monetario y bancario, y reestructurar todas las deudas, lo que llevó a duplicar el valor de los bonos mexicanos en Europa y equilibrar el presupuesto en 1894.

Un avance significativo fue la integración física de México a través de la red ferroviaria, que pasó de 638 kilómetros en 1876 a 19,280 kilómetros en 1910, facilitando el crecimiento del mercado interno y lazos más fuertes con el mercado internacional.

En 1910, México tenía 5,500 fábricas produciendo diversos bienes como papel, jabón, textiles, calzado, vidrio, cigarros, sombreros y la primera acería de América Latina. Era el principal productor de plata del mundo, el segundo en cobre y el quinto en oro.

El inicio del siglo XX vio el comienzo de la exploración de petróleo en México, con la producción aumentando de 8,000 barriles en 1900 a 8.1 millones de barriles en 1910, lo que indica un crecimiento significativo del sector.

A pesar de las críticas, la política de Díaz atrajo una inversión extranjera sustancial, con esfuerzos por equilibrar las inversiones europeas y americanas en México, mostrando el orgullo del régimen en gestionar la deuda externa y las finanzas públicas de manera efectiva.

La era porfiriana pasó por alto la desigualdad social y la pobreza, con altas tasas de mortalidad infantil, amplio analfabetismo y marcadas divisiones sociales entre la élite y los pobres urbanos, resaltando la negligencia del régimen en temas sociales.

En 1900, la primera oposición significativa al régimen de Díaz surgió con la publicación de Regeneración, liderada por el anarquista Ricardo Flores Magón, quien más tarde colaboró con Francisco I. Madero para llegar a una amplia audiencia y desafiar al régimen.

En la década de 1900, estalló un conflicto laboral en la Compañía Consolidada de Cobre de Cananea en Sonora, México. La empresa, bajo el mando del Coronel William Glynn, empleaba a más de 5,000 trabajadores mexicanos y 2,000 extranjeros, principalmente estadounidenses. Las tensiones aumentaron ya que los trabajadores estadounidenses recibían mejores salarios y trato que sus contrapartes mexicanas, lo que llevó a descontento y demandas por salarios justos y condiciones laborales.

Tres trabajadores mexicanos, Esteban Baca Calderón, Manuel N. Dieguez y Lázaro Gutiérrez de Lara, miembros del Partido Liberal, redactaron una petición detallando sus quejas en Cananea. A pesar de algunos esfuerzos conciliatorios por parte de Glynn, los trabajadores persistieron con sus demandas y organizaron una marcha, exigiendo cinco pesos y una jornada laboral de ocho horas.

A medida que el conflicto escalaba, Glynn solicitó al Gobernador Izábal enviar tropas para sofocar la agitación. Debido a desafíos logísticos, se permitió la entrada de 200 voluntarios estadounidenses de Arizona, liderados por oficiales de los Rangers. Sin embargo, la situación continuó deteriorándose hasta que llegaron tropas regulares mexicanas, comandadas por el General Luis Torres, para restablecer el orden.

A pesar de que los mineros regresaron al trabajo, sus demandas no fueron satisfechas, y dos líderes, Dieguez y Baca Calderón, fueron encarcelados. La importancia histórica de la huelga solo se haría evidente mucho después, resaltando el descontento continuo y las luchas laborales durante ese período.

Para finales de 1906, 7,000 trabajadores textiles afiliados al Círculo de Trabajadores Libres en Puebla y Veracruz se declararon en huelga, enfrentando duras represalias que incluyeron ejecuciones y confinamientos. El malestar se extendió, indicando una creciente insatisfacción y resistencia entre la clase trabajadora.

El astuto manejo de la política exterior de Porfirio Díaz incluyó esfuerzos por mantener un equilibrio entre Europa y Estados Unidos. A pesar de enfrentar desafíos de la prensa, incluida la opresiva ley de la Mordaza que restringía la libertad de prensa, Díaz navegó estratégicamente las relaciones internacionales para avanzar en su agenda política.

Porfirio Díaz disfrutó de un poder absoluto desde 1888, utilizándolo no solo para gobernar sino también para impulsar un desarrollo material sin precedentes. Sin embargo, la oposición de los antiguos federalistas creció debido al sacrificio percibido de la democracia, lo que llevó a desafíos políticos y electorales a principios de 1900.

En marzo de 1908, se publicó una entrevista con Porfirio Díaz realizada por el periodista James Coleman en la revista Pearson's Magazine, sorprendiendo al público e intrigando a los historiadores. Díaz expresó su disposición a renunciar al poder al final de su mandato actual, dando la bienvenida a un nuevo partido de oposición en México.

El gobierno de los Estados Unidos, incluyendo a Theodore Roosevelt y posteriormente al presidente Taft, veía desfavorablemente la posible reelección de Díaz debido a su independencia, relaciones con Japón, apoyo a compañías petroleras inglesas y respaldo a gobiernos antiestadounidenses en Nicaragua.

En septiembre de 1910, México celebró el centenario con varios eventos, incluyendo la inauguración del asilo Castañeda, desfiles y la revelación de monumentos. Díaz cumplió 80 años en medio de las festividades, pero pronto las celebraciones fueron opacadas por la inminente revolución.

Bajo presión de los Maderistas, Porfirio Díaz renunció el 25 de mayo de 1911 y se exilió en el barco Piranga desde Veracruz. Expresó sentirse herido por la respuesta dividida del país a su caída, buscando consuelo en Francia donde permaneció hasta su muerte en 1915.

Porfirio Díaz, una vez venerado como un héroe de la paz, el orden y el progreso, terminó sus días en el exilio en París, lejos de su amada Oaxaca. Sus restos yacen en una tumba sencilla en el cementerio de Montparnasse, en marcado contraste con la gloria que una vez tuvo, con su memoria desvaneciéndose con el tiempo.